lunes, 15 de agosto de 2011

PERIPECIAS DE UN CIENTISTA SOCIAL KUNA

EN MEMORIA DE MI AMIGO PEDRO GREEN.

ESTE TEXTO LO ESCRIBÍ EL 15 DE febrero en 1991. Y SALIO PUBLICADO EN EL PANAMERICA EL 6 DE MARZO DEL 2000. En realidad el abuelo que conocí debajo del árbol era mi amigo Pedro en 1991 que me recibió en su casa.

Eran los primeros años de mi presencia en Kuna Yala, después de un largo tiempo de estudios universitarios en sociología en el exterior. Era huérfano del conocimiento tradicional de mi pueblo.

En Muladup, Kuna Yala en 1991, conocí una mañana de diciembre a Olodiebdiquiña, un anciano kuna de 70 años. Tenía ojos negros, redondos, escasos de cejas, de mirada penetrante y vivaz.

El abuelo estaba sentado con sus ojos fijos hacia el horizonte, debajo de un árbol de mango reposando soledad, mientras el sol iluminó totalmente el pueblo. El anciano asumió un extraño aire meditabundo, delicado y guerrero. Se quedó, por un buen rato, no queriendo despegarse del suelo. Se sentía íntimamente satisfecho.

Crucé varias frases en Kuna con el abuelo, bajo la vigilancia calurosa del sol. Le pregunte ¿En qué piensa, abuelo? Se envolvió en un solemne y acogedor silencio. Levantó su cabeza, me miró y concentró su atención en mí. Hundió sus pies callosos en el suelo y dijo suavemente pero con voz firme: “Anai, uis Neg itto sii” traducidas literalmente al español “Amigo, estoy sintiendo sentado, la Casa”

Esta oración desveló en mí una gran confusión pero intensa emoción. Volví a interrogar: ¿Abuelito, yo qué tengo que hacer también, para sentir la Casa? El abuelo se sintió profundamente unido a mí, vibrante de energía y dispuesto a continuar. Se levantó y me invitó a caminar con él mientras hablaba. Para no quedar con la duda le seguí hasta su casa.

En la casa me recibió con afecto, Olonadili, una de sus hijas. Con tierna delicadeza y seguridad dijo: Uis gobet ittoguelo, traducidas literalmente al español, “Espera para que sientas algo de beber”.

Entrenado en técnicas sociológicas observe detenidamente e ingresé suavemente al recinto donde salía el olor sabroso del cacao y albahaca.

Un pequeño sahumerio con carbones encendidos, hecho de barro rojo y negro, calentaba a la anciana. Después de una prolongada pausa, una voz quebrada cantó debajo de la hamaca de la enferma: “Tu transmitirás el espíritu de la enferma, compartirás tus energías con la enferma; dale tu Fuerza y espíritu para que se comunique a profundidad”. Era el médico botánico Kuna que daba vida a la planta medicinal.

La anciana era Iguasobdili, de 95 años. Permanecía ciega y prostrada con una enfermedad incurable. Su cabello fino y blanco le caía hasta la cintura. La abuela, guerrera, tierna, madre, movió sus cálidas manos, con sincronía precisión. Sintió mi rostro, labios, nariz, cejas, orejas y cuello etc. Me apretó como si hubiera identificado sus esperanzas y anhelos. La abuela estaba contenta. Adivinando la pregunta se me adelanto y me contestó:

“No ves que los peces crecen en los grandes ríos y pequeños riachuelos y en grandes crecidas son expulsados hacia la desembocadura del mar, pero siempre regresan nuevamente a su lugar de origen; mira a las golondrina, salen de viajes hasta lejos pero siempre ellas regresan a su nido natal; Mira el sol, da la vuelta y siempre descansa por las tardes para salir fuerte por la madrugada con un rostro pintado de rojo; observe a las tortugas; salen de las playas, después se dirigen al océano y regresan nuevamente a la playa, su lugar de origen. Yo estoy llegando al mío. ¿No es este el motivo para estar contenta en mi Casa?.

Al despedirse luego me dijo: Neg oibosar an bedagbalo,” Cuando la Casa amanezca nos veremos”.

Este hecho en cuatro actos y un final produjo en mí una sensación de oscuridad. Después aprendí que había experimentado una forma de espiritualidad de mi pueblo. Mi vida cobró un nuevo sentido por haber descubierto, era capaz de sentir desde la Casa. Vibré con las emociones nuevas producidas por el radical cambio de mi vida.

Complacido quedé como un niño que empieza a degustar la experiencia de ser libre y solidario desde la identidad.

Sentí que el anciano y la anciana, marcados por la historia me habían compenetrado en la estrategia educativa Kuna: sentir, caminar, compartir, esperar y soñar desde la casa. Un modo especifico de educar y experimentar la dignidad y equidad.

Esto es así por que la Casa en la mentalidad Kuna es estructura social, educativa, histórica, psicológica y cósmica. Denota territorio, pertenencia, historia e identidad.

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