Soy viajero, me gusta recorrer, conocer otras realidades, oír otras conversaciones, sentir historias. Mi trabajo me permite viajar casi siempre, el 89% estoy en bus, en avión, en cayuco, a caballo, o en mula, subiendo cerros.
Mi psicología no es sedentaria. Me asfixia cuartos cerrados y cuando puedo salgo corriendo hacia fuera, hacia nuevos horizontes.
Una vez recorriendo caminos y llegue a un lugar desconocido para mí: Soloy. Un señor me direcciono a una comunidad Ngobe. Llegue a la casa de la familia del señor Faustino Abrego.
En la casa, la anciana ngobe Magdalena, con rostro de frustración y lucha, pausadamente me contó esa historia. “No soy de hablar mucho, pero cuando hablo digo cosas duras. Desde que entró mucha plata (se refiere a proyectos)a mi comunidad los jóvenes no quieren trabajar. Nos han incapacitado para detener nuestro desarrollo. Nada ha cambiado y estamos en lo mismo. No podemos solos, quedamos esperando y con las manos abiertas esperando caer la plata. Cuando será el día en que busquemos el desarrollo desde nuestra cultura.” (El texto en comillas es traducción literal de un interprete ngobe, 2010).
Abrí mis oídos aguzadamente, y cerré mis ojos ávidamente para sentir mejor el sentimiento de la anciana ngobe.
Ella era socióloga nata y sin ir a la Universidad sentía profundamente la realidad e hizo una disección histórica.
1 comentario:
Sí, dejamos de ser socios, amigos, hermanos, por temor a caminar por otro camino, vamos siempre por el camino de la Caperucita. Y quedamos como congelados.Cuando tenemos tan riqueza espiritual, conocimientos, costumbres, tradiciones, que nunca escribieron los vencedores. Al escuchar a la mujer contar con tristeza su realidad, aprendemos a querer a nuestras raíces.
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