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Autor: Juan Perez Archibold
Titulo del libro: El Bastón del Guerrero
Ediciones: Mundo Indígena Panamá
Extracto del primer capitulo
Sus pequeñas
casas, orientadas hacia la salida del sol, quedaron dormidas en la pradera. Entre
la oscuridad, un grupo de hombres bárbaros, llegaron furtivamente, con cadenas
y espadas. Venían montados en bestias y rodearon la comunidad tendida en la
oscuridad de la noche. Con pasos firmes los villanos con sus arcabuces y perros
abrieron paso quemando casas, fincas, sembradíos y matando a niños y niñas Guna. Su objetivo, matar al anciano del
cayado y así dominar y desbaratar la comunidad. El cayado junto al Abisua
fundaban a la comunidad.
El cayado, según
los bárbaros, tenía poder extraño. La tradición cuenta, que Vasco Nuñez y sus huestes
iban en hileras buscando desesperadamente el oro. De repente, se hizo oscuro el
día y sombras se apoderaron del cielo. Sorpresivamente, un rayo desplomó un
árbol y mató al jefe de los asesinos. Un temor se apoderó de los guardias y
salieron despavoridos. La muerte vengadora se acercó al español y se lo llevo. Se
rumoró entre los españoles que el bastón del anciano tenia poder.
El
abuelo Holguin y la anciana Siuna huyeron, con el cayado a hombros, en pequeños grupos, como estaba
estipulado en luchas estratégicas. El abuelo y su grupo huyeron por veredas y
ríos.
Sin
embargo, fueron alcanzados antes de la salida del sol a los tres días por los
españoles. Ellos dispararon sin misericordia sus arcabuces y uno de los
proyectiles alcanzó por la espalda al abuelo Holguin y quedó tirado
en el río agonizando, frío, recordando sus lugares más íntimos: el río su vida y
los cerros, lugares donde realizó sus ceremonias. El anciano Holguin, gimió,
lánguido y sin fuerza. Permaneció malherido y moribundo. El anciano fue llevado
a rastras y herido. En los momentos de tortura, el dolor era concentrado. El
abuelo hizo un esfuerzo para implorar a sus dioses y diosas ocultas detrás de
los cerros. Pidió a la diosa de la lluvia y al dios del fuego seguridad para
que mantuviera unida la comunidad con su cayado.
En lenguaje
arcaico expresó el dolor y dijo: -abe dule!! Sus descendientes por los siglos
de los siglos, vivirán para siempre con antorchas de fuego paridas en su
vientre. No podrán imaginar la paz y la tranquilidad. Sus hijos e hijos de sus
hijos vivirán en tormento y suplicio perenne.
El anciano Tairona, mentalmente cantó:
Uai nele bungua nele. Biria biria andi busba iddoe….
Una niña Guna,
desde tupidas ramas vio la escena congelada de dolor. Salió a socorrer al
abuelo. Se arrastró hacia el abuelo Holguin,
con dificultad. En lengua Guna, el
abuelo Holguin, dijo: -Gassi, tienes
una misión que cumplir. Cuida y guarda bien este cayado. Guárdalo y que sea
entregado a un hombre o mujer, diligente y que sea capaz de movilizar y dar
sentido a la historia. Que tenga entereza de corazón. El pueblo que tenga este
cayado será guerrero y defenderá su identidad.
Esta figura de la serpiente de cuatro cabezas es el símbolo de nuestro
pueblo. Muero, pero no por siempre. Estaré con ustedes para toda la vida.
Permaneceré por siempre en este cayado. Sienta este cayado como el comienzo de
la Palabra-creación y animada.
El anciano Tairona, agonizante, lentamente murió.
Sus ojos quedaron abiertos y se tornaron rojizos y escudriñó las tinieblas con
un suspiro de iniciar el Camino.