viernes, 4 de octubre de 2013

El Bastón del Guerrero

Próximo a publicarse
Autor: Juan Perez Archibold
Titulo del libro: El Bastón del Guerrero
Ediciones: Mundo Indígena Panamá

Extracto del primer capitulo

Sus pequeñas casas, orientadas hacia la salida del sol, quedaron dormidas en la pradera. Entre la oscuridad, un grupo de hombres bárbaros, llegaron furtivamente, con cadenas y espadas. Venían montados en bestias y rodearon la comunidad tendida en la oscuridad de la noche. Con pasos firmes los villanos con sus arcabuces y perros abrieron paso quemando casas, fincas, sembradíos y matando a niños y niñas Guna. Su objetivo, matar al anciano del cayado y así dominar y desbaratar la comunidad. El cayado junto al Abisua fundaban a la comunidad.

El cayado, según los bárbaros, tenía poder extraño. La tradición cuenta, que Vasco Nuñez y sus huestes iban en hileras buscando desesperadamente el oro. De repente, se hizo oscuro el día y sombras se apoderaron del cielo. Sorpresivamente, un rayo desplomó un árbol y mató al jefe de los asesinos. Un temor se apoderó de los guardias y salieron despavoridos. La muerte vengadora se acercó al español y se lo llevo. Se rumoró entre los españoles que el bastón del anciano tenia poder.

El abuelo Holguin y la anciana Siuna huyeron, con el cayado a hombros, en pequeños grupos, como estaba estipulado en luchas estratégicas. El abuelo y su grupo huyeron por veredas y ríos.
Sin embargo, fueron alcanzados antes de la salida del sol a los tres días por los españoles. Ellos dispararon sin misericordia sus arcabuces y uno de los proyectiles alcanzó por la espalda al abuelo Holguin y quedó tirado en el río agonizando, frío, recordando sus lugares más íntimos: el río su vida y los cerros, lugares donde realizó sus ceremonias. El anciano Holguin, gimió, lánguido y sin fuerza. Permaneció malherido y moribundo. El anciano fue llevado a rastras y herido. En los momentos de tortura, el dolor era concentrado. El abuelo hizo un esfuerzo para implorar a sus dioses y diosas ocultas detrás de los cerros. Pidió a la diosa de la lluvia y al dios del fuego seguridad para que mantuviera unida la comunidad con su cayado.
En lenguaje arcaico expresó el dolor y dijo: -abe dule!! Sus descendientes por los siglos de los siglos, vivirán para siempre con antorchas de fuego paridas en su vientre. No podrán imaginar la paz y la tranquilidad. Sus hijos e hijos de sus hijos vivirán en tormento y suplicio perenne.

El anciano Tairona, mentalmente cantó:
Uai nele bungua nele. Biria biria andi busba iddoe….

Una niña Guna, desde tupidas ramas vio la escena congelada de dolor. Salió a socorrer al abuelo. Se arrastró hacia el abuelo Holguin, con dificultad. En lengua Guna, el abuelo Holguin, dijo: -Gassi, tienes una misión que cumplir. Cuida y guarda bien este cayado. Guárdalo y que sea entregado a un hombre o mujer, diligente y que sea capaz de movilizar y dar sentido a la historia. Que tenga entereza de corazón. El pueblo que tenga este cayado será guerrero y defenderá su identidad.  Esta figura de la serpiente de cuatro cabezas es el símbolo de nuestro pueblo. Muero, pero no por siempre. Estaré con ustedes para toda la vida. Permaneceré por siempre en este cayado. Sienta este cayado como el comienzo de la Palabra-creación y animada. 

El anciano Tairona, agonizante, lentamente murió. Sus ojos quedaron abiertos y se tornaron rojizos y escudriñó las tinieblas con un suspiro de iniciar el Camino.


domingo, 11 de agosto de 2013

¿Para qué un Viceministerio de Asuntos Indígenas?

La desigualdad que afecta a los pueblos indígenas de Panamá, es un problema estructural, histórico, complejo y no consecuencia de la falta de integración de los indígenas al desarrollo desigual de Panamá. Por el contrario, este empobrecimiento se deriva de un modelo de integración asimétrico, desventajoso y fundado en el racismo. 
Durante muchos años, hasta la actualidad, los pueblos indígenas fueron vistos, como pobres y dignos de lástima, de allí la frase “nuestro indios”, “reducirlos a la vida civilizada” y “asimilarlos culturalmente” y, en el peor de los casos, como obstáculo para el desarrollo y el progreso del país.
El Estado panameño, y los sucesivos gobiernos desde la época republicana hasta ahora, han sido incapaces de proveer a los pueblos indígenas de las condiciones de equidad e igualdad; al contrario, la integración, sinónimo de homogenización, derivó en un menosprecio de su capacidad y fortaleza para definir su propio desarrollo con identidad. En consecuencia, las culturas indígenas no fueron tomadas en cuenta para enfrentar exitosamente el desarrollo del país.
Si bien el propósito integrador partía del reconocimiento de la necesidad de hacer justicia a los pueblos indígenas e implicó muchas investigaciones e investigadores entregados y de  buena voluntad, pero siempre se consideró, que la pobreza histórica era consecuencia de que el “indio no se quería civilizar”, además no quería dejar sus prácticas ancestrales.
La historia reciente ha mostrado que las prácticas homogeneizadoras del Estado no es un camino viable y deseable a la unidad con diversidad. Por el contrario, esta acción empobrece y es un potente obstáculo para su desarrollo futuro.
Mientras el desarrollo de nuestro país esté anclado en la política neoliberal con economía minera, hidroeléctrica, y petrolera que enriquece a las multinacionales y a unos pocos, siempre tendremos que enfrentar una realidad intrincada de desigualdad, explotación e injusticia. 
Los reclamos de los pueblos indígenas en materia de impartir justicia, del reconocimiento de sus comarcas, de servicios de infraestructura básica, de derechos políticos y sociales de autodeterminación, no sólo son legítimos en sí mismos, sino es una deuda histórica y crucial en la construcción consensual de un Panamá más justo y democrático.
Por eso, el Estado panameño, debe asumir explícita y cabalmente este renovado compromiso, con la participación indispensable de toda la sociedad, para definir una nueva política de Estado clara y precisa.
La relación del Estado panameño con los pueblos indígenas en estos tiempos implica construir nuevos equilibrios políticos que involucren a todos los actores nacionales, partidos, sociedad civil y configurar así un nuevo pacto social que exija inclusión e incorporación de los indígenas a las dinámicas del desarrollo nacional, pero desde sus propias demandas y necesidades. O sea, “una oportunidad para el enriquecimiento de la sociedad, a través de la activa participación en la vida familiar, educativa, en el trabajo y, en general, en todos los  procesos sociales, culturales y en las comunidades” (UNESCO, 2005).
Sin estas premisas dichas anteriormente, un “Viceministerio” o “Ministerio Indígena” está condenado a ser “lobby” para los mineros y la implementación de las políticas gubernamentales inconsultas y burocratizadas.

Juan Pérez Archibold
10-28-217