No puedo más que sentir alegría en estos momentos que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, de El Salvador haya llegado al poder mediante elecciones populares y democráticas.
Este triunfo, es consagración a la memoria de miles de hombres y mujeres que ofrecieron sus vidas creyendo en un mundo mejor.
Es consagración a la memoria del líder indígena Nonualco, Anastasio Aquino, “el corazón rebelde de la patria”, traicionado por un cura y asesinado a sangre fría por los militares.
Es consagración a la memoria de Feliciano Ama, líder indígena de Izalco; Francisco Sánchez, líder campesino, que dirigió el levantamiento en Juayua y de los estudiantes universitarios Mario Zapata y Alfonso Luna.
Es consagración a la memoria de miles de indígenas, campesinos, obreros que abandonaron el país, en la década de los 40, huyendo de las manos asesinas del Maximiliano Hernández, llegando a ser en la actualidad una comunidad salvadoreña pujante en Panamá a nivel social y económico.
Es consagración a la memoria de miles de salvadoreños que abandonaron el país en la década de los 80, en calidad de refugiados, hacia los países nórdicos, Unión Europea, Centro América y Norteamérica.
Es consagración a la familia salvadoreña que al menos perdió un ser querido en esta guerra fratricida.
Es consagración a la memoria de muchos amigos y amigas, compañeros y compañeras de estudios que perdieron la vida accidentalmente y en guerra a causa de bombardeos y la violencia institucional.
Es consagración a la memoria de Monseñor Romero, y de cientos de catequistas, delegados de la palabra, religiosas que con la Biblia en mano aportaron esperanza en un mundo de desesperanza.
En fin, es homenaje a este grupo de hombres que venidos de Bilbao (España), sembraron su esperanza, ofrendando sus vidas. Estos son mis hermanos y amigos, Ignacio Ellacuria y sus compañeros y la señora Elba y Celina, en fin maestros jesuitas masacrados en la Universidad.
Esta comunidad de profesores aumentaron mi fe, esperanza y caridad donde el amor al prójimo como a uno mismo era lo esencial. En ella aprendí a beber la sabiduría de dejarse afectar por la realidad y de posesionarse de la realidad sobre la verdad.
En esta Universidad, asentada en la sangre martirial, bebí la sabiduría teológica, filosófica y sociológica. Con sus vidas estos maestros consagraron su sentir filosófico, sociológico, teológico y la pastoral de la realidad y el sentir con los empobrecidos.
¡Grande es el legado de estos hombres!.
Compañero Mauricio, Presidente de El Salvador, en suma, tenga don de mando y don de gentes para humanizar el poder, para que la paz cual verano de fiesta construya las bases para que todos los salvadoreños y salvadoreñas puedan vivir en solidaridad, hermandad y en paz.
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